En medio de una creciente tensión con Estados Unidos, el presidente venezolano Nicolás Maduro ha lanzado una contundente amenaza que podría tener profundas implicaciones tanto para su país como para la economía global. Durante un reciente discurso, Maduro advirtió que podría expropiar los bloques petroleros operados por empresas estadounidenses en Venezuela, entregándolos a sus aliados en el grupo BRICS, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Esta amenaza surge en un contexto de desacuerdos políticos, particularmente tras las elecciones presidenciales en Venezuela, en las que Maduro fue proclamado ganador, un resultado que Estados Unidos ha rechazado.
La estrategia de Maduro parece ser una respuesta directa a lo que él describe como “planes desestabilizadores” liderados por Washington. Al transferir estos bloques petroleros a los BRICS, Maduro busca fortalecer sus relaciones con estas economías emergentes, mientras castiga a Estados Unidos por su postura en las recientes elecciones venezolanas. Esta movida no solo podría agravar las ya tensas relaciones entre Caracas y Washington, sino que también podría desestabilizar aún más la ya frágil economía venezolana, que depende en gran medida del petróleo.
Chevron, una de las principales empresas estadounidenses que operan en Venezuela, se encuentra en una posición especialmente vulnerable. Desde 2022, esta compañía ha trabajado en conjunto con la estatal PDVSA en varios proyectos, incluidos los de la Faja Petrolífera del Orinoco. La posible transferencia de estos activos a los BRICS podría complicar significativamente las operaciones de Chevron y otros actores internacionales en el sector energético venezolano.
El desenlace de esta confrontación aún es incierto, pero las repercusiones podrían ser significativas tanto para Venezuela como para las relaciones internacionales en torno a la energía y la geopolítica global.
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