Pablo Iglesias, el camaleón político que ha decidido metamorfosearse en comentarista de radio en la Cadena SER. ¿Y qué problema hay en eso, te preguntarás? Bueno, permíteme explicarte.
Pablo Iglesias, una vez un líder del partido político Podemos y Vicepresidente del Gobierno (poca broma), ahora prefiere la comodidad de una silla de estudio a la presión del Congreso. ¿Quién puede culparlo? ¡Es mucho más fácil hablar de cambiar el mundo que hacerlo! ¿Pero qué significa este cambio para la Cadena SER? La respuesta, me temo, no es nada buena.
Primero, pensemos en la audiencia de la Cadena SER. ¿Están escuchando para tener una lección política de Iglesias, o para escuchar noticias y debates imparciales? La llegada de Iglesias ha convertido a la SER en una plataforma para sus propias opiniones y agenda política. Esto no solo desafía la integridad periodística de la emisora, sino que también corre el riesgo de alienar a una gran parte de su audiencia que no está de acuerdo con la perspectiva de Iglesias.
Y no nos olvidemos de la propia reputación de Iglesias. Sí, fue un líder político que alcanzó el penúltimo eslabón de poder, pero ¿qué logró? ¿Realmente cambió algo, o simplemente se unió al coro de voces políticas que prometen cambio pero entregan poco? Ahora, como comentarista, tiene la oportunidad de criticar y analizar, pero sin la presión de realmente tener que hacer algo. Es fácil criticar desde la barrera, pero a la hora de la verdad, ¿dónde estuvo Iglesias?
La Cadena SER debe considerar si realmente vale la pena tener a Iglesias como comentarista. Sí, puede ser un buen gancho para algunos oyentes, pero ¿a qué precio? ¿Está la SER dispuesta a sacrificar su integridad y reputación por un aumento en la audiencia? ¿Y cuánto tiempo pasará antes de que esa audiencia se canse de escuchar las mismas viejas promesas de Iglesias, sin ninguna acción detrás de ellas?
La Cadena SER debería evaluar seriamente si tener a Pablo Iglesias como comentarista es un beneficio o un lastre. Puede ser que su presencia esté dañando más de lo que aporta. Al final del día, el papel de un medio de comunicación no es servir a la agenda de un solo individuo, sino informar y educar a su audiencia de manera imparcial y equitiva. Y si Iglesias se interpone en el camino de eso, tal vez sea hora de que la SER considere cortar el cordón umbilical.