Infelices sin motivo

En este mundo contemporáneo, abrumado por la constante sensación de que nos desmoronamos al borde del abismo, se nos venden espejismos de seguridad por doquier. Navegamos por la vida como quien cruza un campo minado, con la esperanza pueril de que el próximo paso no será el último. La paradoja es tan palpable como el último smartphone en nuestras manos: estadísticas y expertos insisten en que nunca antes la existencia humana había estado tan blindada contra los rigores de la naturaleza y la hostilidad humana, y sin embargo, aquí estamos, aterrados por sombras y susurros de desastres que tal vez nunca nos toquen.

Steven Pinker puede disertar sobre la declinación de la violencia, y los expertos en salud pública pueden alardear de sus victorias contra las enfermedades que una vez nos diezmaron, pero ¿de qué sirve si la mente colectiva está asediada por el terror a perder el empleo, la identidad digital, o la cordura ante la avalancha de información tóxica que nos traga las redes sociales?

Porque esa es la crónica de nuestra era: una farsa de seguridad material que se desvanece ante la fragilidad emocional y psicológica. Una sociedad que ha cambiado los tigres por los tweets, las epidemias por el estrés laboral, las hambrunas por el hartazgo informativo. Y nos dicen que estemos agradecidos, que valoramos la seguridad de nuestro bunker digital mientras la ansiedad nos carcome los cimientos.

Nos venden la idea de que, al final del día, la seguridad es un producto más que se puede comprar, una suscripción mensual a un estado de bienestar prefabricado. Pero la realidad es que nos hemos convertido en la generación más aislada, sobreestimulada y paradójicamente, insegura de todas.

Tal vez sea hora de redefinir lo que entendemos por seguridad, de dejar de medirla en términos de lo tangible y empezar a entenderla como la paz mental que nos es tan esquiva. Puede que nunca haya habido un momento más seguro para estar vivo, pero mientras tanto, seguimos construyendo muros alrededor de muros, protegiéndonos de enemigos que somos nosotros mismos.

0 valoraciones, 0 votos0 valoraciones, 0 votos 0 con 0 votos
Necesitas registrarte/identificarte para votar/opinar
Cargando...

Deja un comentario