¿Íñigo Urkullu un profeta del autogobierno o un lobo con piel de cordero? Descubre por qué su llamado a una “España plurinacional” es más espejismo que visión.
Queridos mortales, ¿os ha llegado ya el nuevo evangelio según Íñigo Urkullu? Ah, el lehendakari. Este hombre nunca deja de sorprendernos. Ha decidido alejarse de los humildes titulares y dedicar una tribuna en El País para vendernos la utopía de una “España plurinacional”. Señores y señoras, pongan su cinturón de seguridad, porque vamos a despegar hacia el universo paralelo de Urkullu.
¿Qué nos quiere vender el lehendakari? Nos vende que es momento de reinterpretar la Constitución de 1978 para acercarnos a una especie de Xanadú constitucional, en el que Cataluña, Galicia y el País Vasco tendrán “capacidad de decisión”. Un paraíso donde todo se decide por pactos. ¡Qué emocionante! Pero esperen, hay más.
A Urkullu le gusta hablar de “nación foral” y “federalización asimétrica”. Hermosos términos que, siendo francos, son como maquillar un cerdo. Al final del día, estamos hablando de lo mismo: más poder para ciertas autonomías en detrimento de una coherencia nacional. ¿Quieres dividir más a un país ya polarizado? Pues, ahí tienes la receta.
Es fascinante ver cómo Urkullu lo vende como algo “flexible y creativo”. Y claro, ¿quién no querría ser parte de esta fantasía colectiva? Pero vamos a llamar a las cosas por su nombre: Esto no es más que un intento de justificar el statu quo, de seguir en el mismo atolladero político en el que nos encontramos.
En resumen, el plan de Urkullu parece más una evasión brillante que una solución efectiva. Nos presenta términos bonitos y retórica elevada, pero al final, lo único que tenemos es más de lo mismo: divisiones y desigualdades, envueltas en un bonito papel de regalo constitucional.