Jennifer Hermoso y el Beso de la Polémica: Microviolencias y Machismo de Salón

La escena se desarrolla la pasarela de trofeos de las ganadoras del Campeonato de Fútbol femenino. Entra en escena Jennifer Hermoso, y de repente, se encuentra con un jefe que le pide “un pico”. Un simple acto que ha generado ríos de tinta, pero no por las razones que cabría esperar.

Se escudan los observadores en que fue un acto jocoso, sin intención de dañar. “Es tan solo un pico”, se apresuran a argumentar, pero olvidan, oh ceguera del siglo, la desigualdad que encierra tal gesto. La inercia de toda una vida de justificar los actos microviolentos se materializa en esa escena. Hermoso, tal vez abrumada, ríe, hace chistes, pero ¿puede alguien entender lo que se siente al estar atrapada en un instante?

No, señores, no es igual que el beso entre Iker Casillas y Sara Carbonero, que algunos han osado comparar. Aquel era un acto de amor en el contexto apropiado. Esto es un acto impuesto, un requerimiento que nace en una atmósfera saturada de poder y desigualdad. Jennifer Hermoso no es culpable, no tiene que cargar con el peso de lo sucedido. Es la víctima.

Un bofetón en directo hubiera quizás zanjado el tema, pero por qué ha de recaer en ella la responsabilidad de reparar lo que nunca debería haber sucedido. Es hora de que dejemos de minimizar estas microviolencias y las pongamos en el foco donde merecen estar: en el repugnante altar del machismo más bajo y destructivo.

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