Analizamos la carrera frenética de Feijóo y Sánchez por los votos que les faltan para la investidura. ¿Quién hará el pacto más insólito para sentarse en el trono de Moncloa?
Seamos claros: la política española se ha convertido en un espectáculo de humor negro digno de un guionista con problemas emocionales. Alberto Núñez Feijóo quiere ser presidente del Gobierno como un niño quiere un helado en pleno agosto. Sabe que le faltan votos, pero, ¡oh!, siempre hay un “pero”, ¿verdad?
Unos 176 diputados. Esa es la meta, el Santo Grial del PP. Tienen 137, y de repente, como en un partido de fútbol de tercera división, Feijóo se lanza al ataque. UPN, Coalición Canaria y quizás, solo quizás, la bendición de Vox. En total: 172. Insuficiente. La calculadora política dice que necesitas cuatro más, chaval.
Ahora bien, el PSOE no se queda atrás. Pedro Sánchez está jugando su propio juego de sillas musicales. Aquí el tío, sentado esperando a que Carles Puigdemont le pase la llave de la Moncloa. ¿Qué será? ¿Un guiño al independentismo? La amnistía no es suficiente, proclama ERC. Autodeterminación es la nueva melodía.
Ambos buscan un pacto a cualquier costo. No se trata de ideales, de principios o del bienestar de la gente. No, señores, esto es un triste reality show donde las promesas políticas son tan fiables como una dieta milagrosa en Internet.
Así que aquí estamos, en el circo que no podemos llamar circo. Un galimatías de pactos, promesas y traiciones donde el único ganador es el cinismo. Y al final del día, nos preguntamos: ¿merecemos algo mejor o somos cómplices de esta tragicomedia?