Ah, la Moncloa. Ese mágico lugar donde se dan cita las más altas esferas de la política nacional para, en teoría, tratar de resolver los problemas del país. Pero en realidad, ¿qué sucede cuando Pedro Sánchez se sienta con Alberto Núñez Feijóo? Spoiler: Nada. Nada de nada.
Feijóo, recién salido de una marcha en Barcelona, decide aprovechar su corto tiempo en Moncloa para reclamar elecciones y denunciar la amnistía catalana. Sánchez, por otro lado, le pide “contención en su intento desesperado por agitar la calle”. Es decir, dos líderes políticos de alto calibre se sientan, cruzan miradas y deciden jugar a las diferencias. Cómo no.
Mientras ambos protagonizan esta obra de teatro de absurdos, el Gobierno se dedica a gestionar peticiones de indulto para los condenados del caso ERE de Andalucía. ¿La razón? Estar en funciones les impide indultar, pero no gestionar solicitudes. Curioso cómo la burocracia trabaja de manera tan eficaz cuando se trata de lavar la imagen del partido en el poder.
Así que, mientras Sánchez y Feijóo chocan sus planetas en un universo paralelo, la maquinaria política sigue su curso, poniendo de manifiesto una vez más que el cambio verdadero es una quimera en la política española.