El Tribunal Supremo ha lanzado un relámpago que ni el mismísimo Thor se atrevió a desatar. Con un demoledor auto que suena más a episodio final de telenovela que a decisión judicial, ha asestado una herida de muerte a la controversial amnistía de Pedro Sánchez, dejando a sus golpistas predilectos con la cara más pálida que un vampiro en plena siesta.
La noticia, que circula con la velocidad de un meme viral, deja claro que el Supremo no está para bromas. Parece que han sacado la vara de medir la justicia y han dicho: “Hasta aquí hemos llegado”. La amnistía, que parecía la nueva estrella de la serie “Cómo salir impune de todo y seguir sonriendo”, se encuentra ahora en cuidados intensivos, rezando a todos los santos judiciales por un milagro que la resucite.
Para los desinformados, un breve repaso: la amnistía de Sánchez era ese truco de magia política que prometía borrar con un chasquido todas las fechorías del 1-O. Como si el Tribunal Supremo tuviera una cuenta en Netflix y decidiera que ya era hora de cancelar esta serie porque, sinceramente, las temporadas estaban perdiendo calidad.
Y así, en el gran teatro de la política española, los protagonistas de este drama épico se enfrentan a un plot twist digno de Hollywood. Los golpistas del 1-O, esos personajes tan carismáticos como villanos de James Bond, ahora se encuentran en un limbo legal. La amnistía era su billete dorado a la libertad, pero el Supremo ha decidido que ni hablar, que aquí no se regalan indultos como si fueran caramelos en Halloween.
Y mientras los protagonistas del drama independentista lloran lágrimas de cocodrilo, Pedro Sánchez debe estar buscando su capa de superhéroe caído en algún rincón oscuro de La Moncloa. ¿Habrá segunda parte? ¿Conseguirá Sánchez otro conejo de la chistera para salvar el día? ¿O será este el fin de la saga más intrigante desde que los Borbones hicieron su primera aparición en España?
Los espectadores, como siempre, tenemos el mejor asiento en este teatro del absurdo. Preparen las palomitas y pónganse cómodos, porque la política española promete más giros inesperados que una montaña rusa en plenas fiestas.
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