En el pacífico reino de Galicia, tierra de pulpo a la gallega y paisajes verdes interminables, surge una alerta como ninguna otra: ¡Pellets por todas partes! Sí, has leído bien, esos diminutos cilindros que calientan nuestros hogares han decidido rebelarse y conquistar la región. ¿La respuesta de la Xunta y el Gobierno? Un encogimiento de hombros colectivo y un suspiro de “que cada uno se las apañe como pueda”.
Desde las Rías Baixas hasta la Costa da Morte, los pellets han tomado las calles, los campos y hasta las plazas de los pueblos. La población, desconcertada y armada con escobas y aspiradoras, intenta hacer frente a la invasión de estos pequeños tiranos del calor. Sin embargo, la respuesta de las autoridades locales y nacionales ha sido tan efectiva como intentar apagar un incendio con una taza de agua.
La Xunta de Galicia, conocida por su eficiencia en temas administrativos y su rápida respuesta a las crisis, ha optado por la táctica del “esperemos a ver si se van solos”. Mientras tanto, los pellets avanzan, ocupando cada rincón disponible y dejando a su paso caminos de madera comprimida.
Pero, ¿y el Gobierno central? Se podría pensar que, ante tal emergencia nacional, se desplegarían fuerzas especiales de limpieza o se enviaría al mismísimo ejército para hacer frente a la situación. Sin embargo, la respuesta ha sido más bien una mirada indiferente y la famosa frase de “esto es competencia de las comunidades autónomas”.
Mientras los ciudadanos se organizan en brigadas de barrido y algunos valientes intentan construir barricadas de periódicos para frenar el avance de los pellets, el Gobierno parece estar más ocupado en discusiones internas y en decidir quién debería encargarse de qué. Mientras tanto, los pellets avanzan, sin temor ni remordimiento.
El sarcasmo fluye como el río Miño cuando los habitantes de Galicia se preguntan: “¿Pellets? ¿En serio?. Y es que, en un país donde hemos lidiado con incendios forestales, tormentas gallegas y crisis económicas, la idea de ser invadidos por pellets suena más a comedia absurda que a tragedia real.
En medio de este caos, algunos políticos locales han sugerido la creación de un comité especial para estudiar la situación, mientras que otros han propuesto una mesa redonda para discutir la posibilidad de formar una comisión de investigación sobre la proliferación de pellets. Todo esto, por supuesto, mientras los pequeños intrusos de madera siguen avanzando.
La población, por su parte, se ha refugiado en la ironía como mecanismo de defensa. “¡Viva la democracia, donde cada pellet decide por sí mismo dónde quiere establecerse!”, exclama uno de los afectados mientras barre su puerta por enésima vez en el día. Otros se preguntan si los pellets podrían ser candidatos a las próximas elecciones locales, ya que parecen tener una habilidad innata para ocupar territorios.
Mientras los pellets continúan su marcha triunfal por Galicia, la situación podría volverse aún más absurda si no se toman medidas serias. Quizás la Xunta y el Gobierno deberían considerar la posibilidad de colaborar y formar una “Fuerza Especial Anti-Pellets” antes de que nos veamos obligados a cambiar el himno gallego por una melodía más acorde a la nueva realidad: “Pellets, peligrosa madera comprimida, nunca imaginamos que serías nuestra perdición”.