¡Madrid se ha convertido en el escenario de un desfile de apoyo con más dramatismo que la temporada final de tu serie favorita! Unos miles de ciudadanos, armados con lemas y carteles caseros, han desfilado por las calles con la determinación de un ejército de emojis indignados.
La convocatoria, que según la delegación del Gobierno reunió a unas 5.000 personas, fue organizada por La Plaza, una asociación juvenil que decidió llamar a la movilización bajo el sugestivo lema “Por amor a la democracia”. Un enunciado tan romántico que uno pensaría que se trataba de una cita a ciegas entre los votantes y sus políticos.
Pero la fiesta no paró con los jóvenes, porque, ¡sorpresa!, también aparecieron algunos políticos que no pudieron resistirse a la oportunidad de salir en la foto. Más Madrid y Sumar, armados con sus mejores discursos y banderas, hicieron su entrada triunfal. ¡Qué menos que darle algo de glamour a la protesta, ¿no?
Y como en todo buen drama, hubo giros inesperados. Resulta que muchos de los manifestantes ni siquiera sabían quién organizaba el evento, y algunos estaban convencidos de que era cosa de Yolanda Díaz. ¡Ups! Parece que la estrategia de marketing no fue tan efectiva como esperaban.
Entre pancarta y pancarta, las consignas se repitieron como un estribillo pegajoso de reguetón. “¡No estás solo!”, “¡Sánchez, quédate!” y “¡La democracia se defiende, como el último trozo de pizza en una fiesta!” fueron algunas de las más aclamadas.
Pero la sorpresa mayor fue la ausencia casi total de banderas partidistas. ¡Sí, lo has leído bien! En lugar de exhibir los colores de su equipo, los manifestantes optaron por carteles blancos con mensajes motivadores. ¿Se están apuntando a una tendencia minimalista o simplemente querían evitar peleas por quién tiene la mejor bandera?
Y no podía faltar el toque musical para animar la protesta. Con una playlist que podría rivalizar con la de la fiesta de fin de año, sonaron éxitos de Rigoberta Bandini y Raffaella Carrá. ¡No es una fiesta progresista sin un buen ritmo!
Pero la verdadera estrella del show fue la bandera de España. Sí, esa misma que ha estado en disputa como la custodia de un niño en medio de un divorcio. Los manifestantes, con lágrimas en los ojos y la rojigualda en alto, gritaron al unísono: “¡Esta es nuestra bandera!”.
En resumen, Madrid se convirtió en un escenario surrealista donde la política se mezcló con el drama, la música y un poco de confusión. Porque, al final del día, ¿quién puede resistirse a una buena dosis de teatro callejero con toques de activismo?