Trump, en su estilo característico, ofreció un espectáculo ante el Congreso de los Estados Unidos, con una combinación de promesas grandilocuentes y un toque de nostalgia ultraconservadora. Su primer discurso en el Congreso desde su regreso a la Casa Blanca el 20 de enero fue todo un despliegue de poder y, por supuesto, de autosatisfacción. “El país ha dejado de ser woke”, proclamó, mientras mostraba orgulloso su agenda de políticas contrarias a la diversidad, la inmigración y, por supuesto, a la “ideología de género” que tanto le apasiona derrocar.
Durante una intervención que bien podría haber sido un mitin de campaña, Trump no escatimó en resaltar sus logros. “Hemos logrado más en 43 días que lo que muchos gobiernos logran en cuatro o incluso ocho años”, aseguró, con una modestia que haría sonrojar a cualquier líder mundial. La “agenda Trump” sigue siendo un revoltijo de medidas que incluyen desde la eliminación de los hombres de las competiciones deportivas femeninas hasta la criminalización de las cirugías de cambio de sexo en menores. Todo un manifiesto para aquellos que sienten que el mundo está cambiando demasiado rápido, pero no en la dirección correcta.
El presidente se encargó de hacer sentir su presencia no solo en los temas nacionales, sino también en la esfera internacional. De hecho, dedicó una cantidad sorprendentemente baja de tiempo a cuestiones exteriores, aunque tuvo sus momentos: un elogio a la “gran” carta de Zelenski, el presidente de Ucrania, quien, tras recibir una reprimenda en la Casa Blanca la semana pasada, parece haber decidido que la paz con Rusia es ahora la opción más viable. Un Trump conciliador, sí, pero con un toque de amenaza geopolítica, como cuando insistió en que de alguna manera, Estados Unidos se quedará con el control del canal de Panamá y Groenlandia. “Lo vamos a conseguir”, aseguró, dejando a todos con la duda de si hablaba en serio o estaba más cerca de una broma.
Y por supuesto, no podía faltar la figura de Elon Musk, a quien Trump elevó como el salvador del gobierno estadounidense. Musk, al frente del recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), recibe el encargo de erradicar el despilfarro de dinero público. Como si tener a un multimillonario en el cargo fuera la panacea para todos los males de la administración. Mientras tanto, los agricultores estadounidenses, que habrán de afrontar los impactos de los nuevos aranceles impuestos por Trump, serán simplemente instados a tener “paciencia” con el presidente.
La ecuación de Trump es clara: menos inmigración, más aranceles y un gobierno ultraconservador en plena ascensión. Mientras tanto, Europa observa, esperando una jugada de su parte en la gran partida de ajedrez internacional que está por venir. ¡Y que comience la era dorada de los Estados Unidos, que según Trump, “será como nada que se haya visto antes”! Eso sí, sin olvidar a Dios y a la “grandeza” de la nación.