La política española nunca deja de sorprender. En esta ocasión, el debate sobre la OTAN ha vuelto a irrumpir en el Congreso de los Diputados de la mano del Bloque Nacionalista Galego (BNG), que ha planteado una moción que no solo cuestiona la permanencia de España en la Alianza Atlántica, sino que directamente aboga por su disolución. Un tema que no es nuevo en ciertos sectores de la izquierda, pero que en el contexto geopolítico actual ha provocado un terremoto político dentro del espacio progresista, dejando en evidencia sus tensiones internas respecto a la seguridad, la defensa y el gasto militar.
Para entender la trascendencia del debate, es necesario remontarse a la relación histórica de la izquierda alternativa con la OTAN. Desde el referéndum de 1986, en el que España decidió permanecer en la organización con condiciones, sectores del progresismo han mantenido una oposición constante, viéndola como un instrumento del imperialismo estadounidense y una amenaza para la paz global. Sin embargo, los tiempos han cambiado, y el nuevo contexto internacional ha complicado la posición de quienes antes podían mantener un discurso tajante en contra de la Alianza. La guerra en Ucrania, el rearme de la Unión Europea y el giro estratégico de la OTAN hacia una mayor presencia en Asia-Pacífico han obligado a las formaciones progresistas a matizar sus posturas y reconsiderar su visión sobre la seguridad internacional.
En este contexto, el BNG ha puesto sobre la mesa una moción que va más allá del simple debate sobre la permanencia de España en la OTAN. La iniciativa plantea la renuncia a cualquier incremento del gasto militar, el rechazo al plan de rearme de 800.000 millones de euros promovido por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la apuesta por la vía del diálogo y la negociación como fórmula para la paz. Pero el punto más polémico, sin duda, es el que insta a España a abandonar la Alianza Atlántica y promover su disolución.
A pesar de que la moción no es vinculante y no obliga al Gobierno a tomar ninguna decisión concreta, su importancia radica en la división que ha generado dentro del espacio de izquierdas, especialmente en Sumar, donde coexisten sensibilidades muy distintas respecto a la política de defensa. Mientras que algunas formaciones, como Izquierda Unida o los Comunes, mantienen una postura cercana a la del BNG, otras, como Más Madrid o la propia Yolanda Díaz, abogan por una estrategia más pragmática que reconozca la necesidad de una política de seguridad europea autónoma, pero sin una ruptura tajante con la OTAN.
Esta falta de consenso ha llevado a Sumar a presentar una serie de enmiendas a la moción del BNG, con el objetivo de suavizar algunos de sus términos y ampliar el debate a una concepción más global de la seguridad. En sus modificaciones, la coalición plurinacional respalda el rechazo al plan de rearme europeo, pero introduce la necesidad de una política exterior basada en la paz, los derechos humanos y el multilateralismo. Además, en lugar de proponer la salida inmediata de la OTAN, plantea “impulsar un modelo de defensa y seguridad europea autónomo y compartido, desvinculado de la OTAN”, una formulación que busca evitar una confrontación directa con la estructura de la Alianza.
El dilema para Sumar no es menor. Por un lado, debe mantener la cohesión interna entre sus distintas sensibilidades, evitando que el debate sobre la OTAN se convierta en una nueva fuente de tensiones entre sus socios. Por otro, tiene que evitar quedar atrapado en una posición extrema que le haga perder credibilidad ante una ciudadanía que, en su mayoría, no parece especialmente preocupada por la permanencia de España en la Alianza. Además, el PSOE, con el que comparte gobierno, ha dejado claro que su compromiso con la OTAN es innegociable, lo que complica aún más la posición de la coalición.
El PP, por su parte, ha aprovechado la ocasión para reforzar su discurso sobre la importancia de la defensa y la necesidad de incrementar el gasto militar. En su propia iniciativa parlamentaria, los populares han defendido que España debe asumir sus compromisos internacionales y que cualquier intento de debilitar la estructura de la OTAN es una irresponsabilidad que pone en peligro la seguridad del país. Un mensaje dirigido no solo a su electorado, sino también a sectores más moderados del PSOE que podrían sentirse incómodos con algunas de las posturas de Sumar y el BNG.
En este escenario, la votación del jueves será clave para medir las fuerzas dentro del bloque de izquierdas y ver hasta qué punto la posición española sobre la OTAN puede llegar a ser cuestionada en el Congreso. Por ahora, el BNG ha dejado la puerta abierta a negociar algunas de las enmiendas de Sumar, lo que podría evitar una fractura total en el espacio progresista. Sin embargo, el debate ha dejado claro que el tema de la defensa y la política internacional sigue siendo un punto de fricción dentro de la izquierda, especialmente en un momento en el que Europa se enfrenta a desafíos geopolíticos cada vez más complejos.
Lo que parece evidente es que la OTAN, lejos de disolverse, sigue siendo un actor clave en la seguridad internacional. La pregunta que queda en el aire es si la izquierda española logrará encontrar una postura común sobre su papel en este nuevo orden mundial, o si, una vez más, las diferencias internas acabarán debilitando su capacidad de influencia en un debate crucial para el futuro de España y Europa.