Este martes, en una maniobra que va del heroísmo político al arte de la evasión, el ministro Félix Bolaños ha decidido declarar las zonas afectadas por la DANA como “zona gravemente afectada”, el famoso estatus de “zona catastrófica”. Eso sí, llamar a esto “emergencia nacional” sería exagerar, según el Ejecutivo. Porque ¿para qué espantar al personal con palabras altisonantes como “emergencia” cuando lo que tenemos aquí es, por decirlo suavemente, un poco de agua que se ha salido de madre?
La estrategia del Gobierno, encabezada por Bolaños, es clara: sí a la ayuda, pero no a los dramatismos. ¿Acaso no es ya suficiente espectáculo tener a políticos mojándose las botas en el barro? Así que la escena perfecta se ha montado en las reuniones en el Congreso: políticos de todas las formaciones (menos Vox, que prefirió quedarse seco) se han dado la mano en la Cámara Baja, unos presentes y otros en pijama desde casa, para escuchar a Bolaños y su elegante plan de ayuda.
Lo que no falta son los “consensos”. Porque, como lo ha recordado Bolaños con énfasis, la unidad y el consenso son claves… siempre que todos asuman que el Gobierno será el protagonista y no la emergencia nacional. Con tanta cortesía política, parece que el consenso importa incluso más que el agua que ha dejado a media España chapoteando.
Podría Ser Emergencia Nacional, Pero Sería… ¿Demasiado?
Los líderes de la derecha y la izquierda se han unido esta vez en la demanda de una declaración de emergencia nacional. Feijóo desde el PP y Belarra de Podemos, cada uno con su retórica particular, han pedido al Gobierno que dé ese paso. Para Belarra, se trata de desplegar recursos sin escatimar, que “lleguen donde tienen que llegar”. Al parecer, este es un concepto difícil de aceptar para el Gobierno, que, en su afán de no causar alboroto, ha optado por el camino intermedio de ayuda “justa, pero sin emergencias nacionales innecesarias”.
A Feijóo no le ha faltado ironía al reclamar lo que Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana y crítico acérrimo del Gobierno, parece no necesitar: “emergencia nacional”, porque, claro, ¿qué mejor que echar la culpa al Gobierno central para evitar responsabilidades? Sin embargo, Bolaños, firme en su decisión de no dramatizar, ha dejado claro que los millones de euros y las largas reuniones deben ser suficiente. Porque la ayuda no se mide en gritos, sino en subsidios bien entregados y, preferiblemente, en forma de decretos que suenen bien pero tengan un puntito de calma.
Una Petición Modesta: Apenas 31.402 Millones de Euros
Entre las sorpresas del día, Mazón ha pedido al Gobierno central la minucia de 31.402 millones de euros. ¿Quién no tiene 31.402 millones tirados por ahí? En un país acostumbrado a la austeridad, esta cifra resulta casi modesta. Claro, podríamos preguntarnos si las matemáticas de Mazón incluyen algún concepto de los daños reales o si, como parece, estos millones equivalen más bien a un “estímulo” que alivie cualquier inconveniente político de esta tormenta.
En el fondo, el Ejecutivo central ha asegurado que enviará “todos los recursos humanos, logísticos y económicos que requiera el País Valencià”. Porque de eso se trata: dar una respuesta contundente, con promesas y con el tipo de tranquilidad que solo otorga una declaración de zona catastrófica. Eso sí, que nadie espere algo tan escandaloso como una emergencia nacional. Estamos bien así, entre compromisos y sin alarmismos innecesarios.
Conclusión: El Gobierno, Un Salvador Sin Espectáculo
Entre decretos, lluvias, protestas y consensos, el Gobierno nos deja una lección: la verdadera ayuda no necesita un nombre grandilocuente. Lo importante, como diría Bolaños, es evitar “debatir” innecesariamente. Para qué dejar que una emergencia nacional empañe un momento tan político y organizado. La ayuda va en camino… solo que sin dramatismo, que para eso ya están los medios y los discursos.