España ha vuelto a brillar en el Índice de Percepción de la Corrupción 2024, aunque no precisamente por su transparencia. El país ha bajado diez posiciones en el ranking mundial, situándose en el puesto 46 de 180. Todo un logro si el objetivo era demostrar que la corrupción no es un problema, sino una tradición.
Según Transparencia Internacional, este descenso se debe al “estancamiento a nivel nacional” y al “desmantelamiento institucional en la esfera autonómica”. Vamos, que la lucha contra la corrupción va más lenta que la cola de un ayuntamiento en agosto. Sin reformas efectivas, advierten, España seguirá cuesta abajo y sin frenos en transparencia, buen gobierno y confianza institucional. ¿Pero quién necesita confianza cuando tenemos tertulias políticas y portadas de periódico para indignarnos cada mañana?
En Europa, España tampoco saca pecho: ha pasado del puesto 14 al 16 entre los países de la UE, viéndose adelantada incluso por Letonia. ¿Quién nos lo iba a decir? Pero tranquilos, que seguimos por encima de Omán y Fiji. Prioridades.
El informe también destaca que solo cuatro comunidades y dos ciudades han implementado agencias antifraude operativas. Es decir, en el resto, la lucha contra la corrupción es más bien un deporte de exhibición. Ah, y por si fuera poco, España sigue sin trasponer 87 directivas europeas sobre transparencia, con 30 ya fuera de plazo. Vamos, que Bruselas nos manda la tarea y nosotros la entregamos en septiembre… del año siguiente.
Mientras tanto, en el mundo, Dinamarca sigue liderando el ranking de los menos corruptos con 90 puntos sobre 100, mientras que Venezuela, Somalia y Sudán del Sur se disputan el premio al desastre absoluto. Pero no nos confiemos, que con esfuerzo y dedicación podemos seguir bajando en la lista.
Porque si algo nos enseña este ranking es que la corrupción en España no es un fallo del sistema. Es el sistema.