Mientras Pedro Sánchez y Carles Puigdemont dan el gran golpe de efecto político, cerrando un acuerdo que sorprende hasta a los más expertos en el tablero político español, Alberto Núñez Feijóo y el PP se encuentran atrapados en un mar de contradicciones. El escenario es este: el Partido Popular, junto a Vox y Junts, votó en contra de un decreto ómnibus que incluía medidas clave como la revalorización de las pensiones y las ayudas al transporte. Lo hicieron, según aseguran desde Génova, porque “era lo que sus votantes pedían” y “esperaban”. La frase suena a mantra, pero también a excusa ante un resultado inesperado que deja al PP como el gran perdedor en este teatro político.
Lo cierto es que el PP pensaba que, al bloquear el decreto, lograría sentar en la cuerda floja a Pedro Sánchez, pero lo que se encontraron fue a un presidente del Gobierno que, en una jugada rápida y eficaz, se alió con Puigdemont para sacar adelante un nuevo decreto que va a mantener muchas de las medidas cuestionadas por la derecha. De hecho, Sánchez se permitió incluso sacar pecho, con su comparecencia en Moncloa anunciando su victoria. La realidad es que, mientras el PP se empeñaba en bloquear lo que consideraba una “torpeza” del Gobierno, lo que ocurrió fue un replanteamiento rápido y eficaz de la parte del Ejecutivo que ya tenía en mente un plan B con los independentistas. Es decir, Feijóo se quedó con la cara de “¿cómo hemos llegado hasta aquí?”
En Génova no se cansan de insistir en que votar en contra fue lo correcto. “Lo hicimos porque era lo que esperaban nuestros votantes”, dicen, como si este argumento fuera a borrar el hecho de que el PSOE, con la colaboración de Junts, ha logrado sacar adelante una buena parte de las medidas sociales que el PP quería tumbar. Y mientras el PP intenta maquillarlo con discursos sobre “la debilidad de Sánchez”, la verdad es que el PSOE, con un paso firme y decidido, ha logrado que el decreto avance casi sin cesiones y en tiempo récord.
Feijóo se muestra cada vez más desconectado de los movimientos rápidos de la política, y sus votantes parecen darse cuenta de ello. La idea de que al tumbar el decreto ómnibus, el PP lograría quedar como un héroe de la defensa social, ha chocado con la realidad de una maniobra de Sánchez que ha sido capaz de cerrar un pacto con Junts, sacando adelante la moratoria de desahucios y otras medidas clave sin casi despeinarse. A cambio, lo único que ha hecho el PP ha sido perder terreno en la batalla de la revalorización de las pensiones, un asunto que se está convirtiendo en una patata caliente que les está quemando en las manos.
Por si fuera poco, el portavoz nacional del PP, Borja Sémper, no ha dudado en calificar de “angustia” la que se ha generado entre los pensionistas y otros colectivos sociales después del rechazo a la revalorización de las pensiones. Aunque, curiosamente, esta misma postura no ha impedido que el PP de Feijóo se alineara con Vox, apoyando, por ejemplo, la reforma de las pensiones que impulsó el Gobierno en un decreto posterior. Claro, la coherencia política parece ser solo un accesorio que se puede dejar de lado según convenga.
Ahora, el PP se enfrenta a un dilema aún más complicado: decidir qué hacer con su voto en el nuevo real decreto. Por un lado, se han comprometido a rechazar la subida de las pensiones y las ayudas al transporte y la DANA, pero por otro, saben que estas medidas tienen un fuerte componente social que podría ganarse el favor de amplios sectores de la población. Como siempre, Feijóo se encuentra en un callejón sin salida, donde las contradicciones dentro de su propio partido y la presión de Vox lo dejan en una posición incómoda.
Feijóo, el líder que parecía ser el gran rival para Sánchez, ahora se ve reducido a un espectador, incapaz de marcar la diferencia. Mientras Sánchez se presenta como un ganador, celebrando su capacidad de negociar y cerrar acuerdos, Feijóo parece estar atrapado en una espiral de errores políticos y contradicciones que lo siguen descolocando. Y si la política se tratara de dar pasos firmes y no de contradecirse a cada momento, parece que Feijóo se ha quedado fuera de juego. Mientras tanto, Pedro Sánchez disfruta desde la tribuna, observando cómo su adversario sigue tropezando en cada movimiento.