Queridos ciudadanos de a pie, si creíais que el famoso “haz lo que digo y no lo que hago” solo se aplicaba a los padres regañando por dejar la toalla mojada en el suelo, ¡os equivocáis! En la política española, este mantra es una obra maestra del engaño sutil, una sinfonía de promesas vacías interpretada con absoluta perfección. ¿Cómo? Fácil: limitando el patrimonio de todos vosotros mientras ellos disfrutan de una vida digna de un influencer millonario, pero sin la necesidad de patrocinadores de crema facial.
La lucha por tu bienestar… siempre que no sea demasiado
Por si no os habíais dado cuenta, el bienestar del pueblo está en el centro de cada medida que nuestros estimados dirigentes impulsan. Ahí están, defendiendo con uñas y dientes la necesidad de que el ciudadano medio “ajuste” su patrimonio. Porque claro, si tienes más de una vivienda o un coche que no se desintegra al pasar los 100 km/h, evidentemente eres parte del problema. ¡Cómo te atreves a soñar con acumular más de lo estrictamente necesario! ¿Dos propiedades? ¿Ahorrar para el futuro? ¡Qué insolencia!
La solución es evidente: ¡recorta, ciudadano! Recorta tu patrimonio, tus aspiraciones y, ya de paso, tus ilusiones. Lo justo es que tengas lo mínimo, lo decente, lo que ellos, en su infinita sabiduría, consideran adecuado para un buen contribuyente como tú.
Mientras tanto, en la otra esquina del ring…
Ah, pero esperad, no penséis que esto se aplica a todos. No, no. Aquí el “haz lo que digo y no lo que hago” cobra su máximo esplendor. Porque mientras a ti te reducen la capacidad de tener un garaje sin ser sospechoso de querer dominar el mundo, nuestros líderes se pavonean con propiedades que harían palidecer a un jeque.
¿Una casita en el campo? Claro, pero con helipuerto incluido. ¿Un pisito en la playa? No estaría mal, si no fuera porque tienen su propia isla (bueno, no propia… pero una visitilla a Marbella nunca viene mal). Y no hablemos de la flota de vehículos: del coche eléctrico de campaña al deportivo importado “solo por razones ecológicas”, el doble rasero no podría ser más evidente.
“Es por tu bien, ciudadano”
Por supuesto, siempre hay una razón de peso detrás de cada una de estas medidas. ¿Qué solo puedes tener una vivienda y poco más? Es por tu propio bien, ¡así no tienes que preocuparte por esas complicaciones mundanas de gestionar un patrimonio! La gestión de grandes fortunas es para profesionales, como ellos, que amablemente cargan con ese fardo por ti. Porque, claro, alguien tiene que sacrificarse por el bienestar del país, y si no son ellos, ¿Quién será?
Y si te atreves a cuestionar la incoherencia entre lo que predican y lo que practican, es que no entiendes nada de la política moderna. “Es complicado”, dirán. “Tú no podrías manejarlo”, insinuarán. Menos mal que, a cambio de tu obediencia fiscal, ellos seguirán acumulando más mansiones que sueños rotos un lunes por la mañana.
La moraleja final
Así que, querido lector, recuerda: si te preocupan las crecientes limitaciones a tu patrimonio, no te preocupes demasiado. Mientras tú te ajustas el cinturón, ellos están allí, bien abrigados en su chalet de tres plantas, preocupándose por ti… desde la distancia adecuada, claro.
Al final del día, las medidas son claras: tú reduces, ellos acumulan. Y todo para que el país prospere. Porque, al fin y al cabo, ¿Quién mejor que ellos para decidir lo que de verdad necesitas?