Natalia Carrascosa, gerente de 360 Global Media, ha declarado ante la Audiencia Nacional que una persona que se identificó como agente del CNI investigó durante un año su empresa, la misma que realizó los pagos a Pablo Iglesias por su programa Fort Apache en Hispan TV. El dato se suma al extenso historial de investigaciones no oficiales y maniobras que, curiosamente, siempre parecen afectar a los mismos protagonistas, como si fuera una extraña casualidad o una vocación de servicio especialmente entusiasta.
Según fuentes jurídicas presentes en la declaración, Carrascosa explicó que este supuesto agente del servicio secreto español no parecía especialmente interesado en Iglesias, sino en Mahmud Alizadeh Azimi, CEO de la empresa. Durante un año, esta persona investigó los pagos efectuados por la compañía, aparentemente con la intención de encontrar indicios de blanqueo de capitales, aunque al final todo quedó en preguntas incómodas y visitas sorpresa, más dignas de un thriller político de serie B que de una operación encubierta.
Carrascosa relató que, lejos de limitarse a seguir el procedimiento habitual de una investigación, el presunto agente del CNI se presentó en su domicilio y concertó encuentros en los alrededores de la sede de la empresa. Entre las cuestiones que planteó, destacaban su obsesión por la procedencia y legalidad del dinero que entraba en 360 Global Media. En otras palabras, parecía estar buscando algo, aunque no tenía muy claro qué.
El testimonio de Carrascosa forma parte de la investigación que dirige el juez Santiago Pedraz sobre las supuestas prácticas irregulares de la cúpula del Ministerio del Interior durante el Gobierno de Mariano Rajoy. La declaración podría abrir la puerta a nuevas diligencias para intentar averiguar quién era realmente este misterioso agente y a qué se debía su particular interés en la empresa. O, dicho de otro modo, si era un espía de verdad o solo un aficionado con demasiadas ganas de jugar a Misión Imposible.
Este episodio se suma a otros intentos de buscar trapos sucios en Podemos, como el ya célebre Informe PISA (Pablo Iglesias Sociedad Anónima), un documento que en su momento trató de vincular al exlíder de la formación morada con presuntas irregularidades financieras. La Audiencia Nacional rechazó investigarlo en 2016 al considerarlo un conjunto de noticias recicladas con una encuadernación sospechosamente oficial, mientras que la Fiscalía lo calificó de “supuesto informe policial” sin ninguna validez.
Por si todo esto no fuera suficiente, este martes también declaró un agente de la Unidad de Asuntos Internos que relató otro curioso episodio de espionaje. Según explicó, en 2016 el entonces director adjunto operativo (DAO) de la Policía, Eugenio Pino, le ordenó acudir al Hotel Orfila, un exclusivo cinco estrellas en Madrid, para vigilar a determinados ciudadanos venezolanos. Al parecer, la misión consistía en comprobar que las personas que se alojaban allí eran realmente quienes creían que eran, lo cual deja muchas dudas sobre los métodos de verificación de identidad de la Policía de la época.
Este nuevo capítulo en la larga historia de investigaciones, informes y seguimientos dignos de una novela de espías demuestra que, en ciertos círculos del poder, hay un empeño casi artístico en perseguir a ciertos políticos mientras otros parecen vivir en un oasis de tranquilidad judicial. La diferencia entre la realidad y la ficción es que, en las novelas de espionaje, al menos los agentes secretos saben lo que están buscando.