La guerra de Ucrania se ha convertido en una telenovela internacional con tres actores principales: Vladímir Putin, Volodímir Zelenski y Donald Trump. Entre acusaciones, promesas y rechazos a sentarse a hablar, estos tres personajes siguen dando espectáculo, mientras el resto del mundo se pregunta si alguna vez habrá un acuerdo de paz o si todo se reducirá a una partida de “quién es más obstinado”.
Putin, en su rol de hombre fuerte, ha dejado claro que no va a negociar con Zelenski. ¿Por qué? Porque, según él, Zelenski no es “legítimo” para sentarse a la mesa de negociación. Claro, que si uno pensara que no es legítimo un líder electo en plena guerra, la lógica de Putin podría tener algún sentido, aunque a nadie le guste. Zelenski, por su parte, ha respondido con desdén, calificando a Putin de “tramposo” y “cobarde” por negarse a dialogar. Ah, sí, porque como sabemos, las relaciones entre líderes siempre se arreglan con un par de epítetos.
En medio de esta novela, aparece Donald Trump, el eterno showman, prometiendo que puede terminar la guerra en 24 horas. Eso es lo que dice. Si a alguien se le ocurre creer que un acuerdo de paz es tan sencillo, pues bienvenido a su mundo de fantasía. Trump ha dejado claro que su interés está en hablar directamente con Putin, porque claro, nada como hacer negocios cara a cara, ¿verdad? Pero Ucrania, como buen protagonista que no se quiere quedar atrás, le ha lanzado una advertencia: si Trump recorta la ayuda a Ucrania, el caos podría desbordarse. Como si la guerra no fuera suficientemente caótica, ahora tenemos a los Estados Unidos pensando en cuánto menos pueden invertir en el apoyo a Kiev.
Por supuesto, el presidente ruso no pierde el tiempo. Putin, con una tranquilidad zen, se dedica a ganar terreno en el campo de batalla. Cada día que pasa, las tropas rusas avanzan, mientras el Kremlin asegura que se sienten más cómodos para negociar, pero claro, solo con los EE. UU. ¿Para qué hablar con Zelenski, cuando tienes a un Trump dispuesto a hacer el trabajo sucio? En resumen, Putin se siente con la sartén por el mango, mientras Zelenski intenta unir a Europa detrás de su causa, como si pudiera, con todas las promesas vacías que se oyen por ahí.
Entre amenazas, recortes de ayuda y una guerra que parece no tener fin, los tres personajes principales de esta telenovela internacional siguen jugando su papel. Pero, a medida que la tensión se incrementa y las promesas de paz se disuelven como agua entre los dedos, el pueblo ucraniano sigue pagando el precio más alto de este juego político. Y, como siempre, las grandes potencias continúan buscando la mejor manera de salir del embrollo, sin importar demasiado quién quede atrapado en el medio.