Si algo ha quedado claro en los últimos años es que en política internacional el drama nunca descansa. Esta vez, el episodio lo protagonizan Pedro Sánchez y Donald Trump, con una trama digna de una superproducción de Hollywood: proteccionismo, aranceles y una respuesta gubernamental de 14.100 millones de euros. Porque si algo nos gusta en España más que el fútbol y las tertulias políticas es la épica de la economía resuelta con dinero público.
Todo comenzó cuando el presidente estadounidense decidió subir los aranceles a productos europeos, en lo que muchos analistas ven como un nuevo capítulo de su política de “Estados Unidos primero”. La decisión ha caído como un jarro de agua fría en los mercados y, por supuesto, en los despachos de Moncloa, donde ya han visto que esto no es una simple rabieta tuitera de Trump, sino una medida que podría afectar a cientos de empresas españolas y, por ende, al bolsillo de muchos ciudadanos.
Así que Sánchez ha hecho lo que mejor sabe hacer cuando hay turbulencias económicas: abrir la caja de las ayudas y presentar un plan ambicioso para contener el daño. Un plan que no escatima en cifras, con 7.400 millones en nuevos fondos de financiación y 6.700 millones en instrumentos ya existentes. Porque si algo nos ha enseñado la política económica es que cuando las cosas se complican, siempre es más fácil reordenar partidas presupuestarias que asumir que el problema es estructural.
Pero vamos por partes. ¿En qué consiste este gran “plan de respuesta y relanzamiento comercial”? Para empezar, el Gobierno pondrá en marcha dos líneas de avales a través del ICO por valor de 6.000 millones de euros, con el objetivo de facilitar el acceso a financiación para las empresas más afectadas. Traducido al lenguaje empresarial: si su negocio sufre por los aranceles de Trump, el Estado le echa una mano para que siga a flote… y si no puede devolver el dinero, ya veremos qué pasa más adelante.
Además, habrá un fondo de apoyo a la inversión industrial productiva con 200 millones en préstamos para modernizar fábricas y hasta un Plan Moves de 400 millones para impulsar el uso de vehículos eléctricos. Porque, ya que nos golpea el proteccionismo americano, al menos que nos coja conduciendo en silencio y con menos emisiones.
Por supuesto, el plan no estaría completo sin su correspondiente dosis de burocracia. Sánchez ha anunciado que se constituirá una Mesa de Diálogo Social con sindicatos y patronal para hacer un seguimiento de la situación. También se convocará la Conferencia Sectorial de Comercio, liderada por el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, para trabajar con las comunidades autónomas.
Y, como guinda del pastel, se activará el mecanismo RED, ese invento inspirado en los ERTE de la pandemia que permitirá a las empresas mantener a sus trabajadores en plantilla mientras dure la tormenta comercial. ¿Funcionará tan bien como en su día lo hicieron los ERTE? Eso está por ver.
Pero aquí no acaba la historia. El plan también incluye un segundo pilar basado en “reorientar” la economía española hacia nuevos mercados. Para ello, el Gobierno destinará 5.000 millones de euros del Plan de Recuperación a transformar la capacidad productiva de las empresas afectadas. Porque si el negocio de la aceituna negra deja de ser rentable por culpa de los aranceles, siempre se puede reconvertir en otra cosa… aunque no está claro en qué.
Y para reforzar la internacionalización, el Estado sacará la artillería pesada: 2.000 millones de euros en seguros de crédito y coberturas de riesgo a la exportación, 500 millones para que las pymes se expandan fuera de Europa y un plan específico del ICEX para ayudar a las empresas a consolidarse en EE.UU. o buscar clientes en otros mercados. Todo bien calculado, todo bien planificado… al menos sobre el papel.
Pero claro, este no es solo un problema español. Por eso, Sánchez ha pedido a la Comisión Europea que intervenga con medidas de urgencia, desde un fondo de ayuda para los sectores más afectados hasta una mayor flexibilidad en las normas de competencia. La idea es que Bruselas también se implique en el conflicto, porque, como todo el mundo sabe, cuando hay un problema, lo mejor es repartirlo entre el mayor número posible de instituciones.
Y aquí es donde entramos en el terreno de la política internacional. En su comparecencia, Sánchez ha lanzado varios dardos a Trump. Ha dicho que los aranceles son “una excusa para castigar países” y que su proteccionismo es “estéril”. Frases contundentes que suenan muy bien en un discurso, pero que probablemente no le quiten el sueño al presidente estadounidense.
Porque, si algo ha demostrado Trump a lo largo de los años, es que rara vez se deja influenciar por las críticas de otros líderes. No es un hombre de medias tintas, y si ha decidido aplicar estos aranceles, difícilmente dará marcha atrás por un plan de 14.100 millones en España.
Así que, ¿qué nos queda? Por un lado, una respuesta económica ambiciosa que intenta minimizar los daños y preparar a las empresas para un nuevo escenario comercial. Por otro, la incertidumbre de si realmente servirá para algo o si solo estamos asistiendo a otro episodio de la eterna batalla entre intervencionismo y mercado libre.
Pedro Sánchez ha jugado su carta: un plan con muchos ceros y muchas promesas. Pero el tablero de juego no lo controla él, sino Donald Trump, y si hay algo que sabemos del expresidente estadounidense es que juega siempre a su manera.
Ahora solo queda esperar el siguiente movimiento.