Puigdemont, ese escurridizo Houdini catalán

En la última entrega de la saga que ya va camino de convertirse en un clásico del thriller político español, el portavoz del Gobierno, Óscar Puente, ha anunciado con total serenidad y un toque de “yo no fui”, que el Ejecutivo no tiene absolutamente ninguna responsabilidad en la fuga del ex presidente catalán Carles Puigdemont. No contento con exonerar al Gobierno, Puente ha lanzado la pelota, o mejor dicho, la responsabilidad, directamente a la Generalitat, que como todos sabemos, es la única capaz de hacer desaparecer a una figura pública de forma tan espectacular.

En un acto que podría compararse con los mejores ilusionistas del mundo, Carles Puigdemont logró escabullirse de las garras de la justicia española en 2017, y desde entonces, su paradero ha sido objeto de todo tipo de teorías de la conspiración dignas de un episodio de “Expediente X”. Pero tranquilos, que según el Gobierno, ellos no tienen nada que ver en este truco de magia política.

Puente, en una rueda de prensa digna de una clase magistral de escapismo político, aseguró que “el Gobierno no tiene ninguna responsabilidad en la fuga de Puigdemont”. A su vez, se mostró muy sorprendido de que alguien pudiera siquiera imaginar que el Ejecutivo central tendría algo que ver con un asunto tan delicado. Es más, si alguien esperaba una trama llena de intrigas políticas, Puente se encargó de desilusionarnos rápidamente. Todo apunta a que fue cosa de la Generalitat, según su versión. ¡Quién lo hubiera pensado!

Porque claro, si uno analiza los hechos, está clarísimo que el Gobierno central no tendría ninguna razón para impedir la fuga de Puigdemont. Después de todo, ¿a quién le importa que un líder independentista, acusado de sedición y malversación, se pasee por Europa como si estuviera en unas largas vacaciones financiadas por la Generalitat? El Gobierno tenía cosas más importantes que hacer en ese momento, como por ejemplo, reorganizar los archivos de la Moncloa o planear su próxima aparición estelar en una cumbre europea.

Pero no nos quedemos en la superficie de las declaraciones de Puente, porque aquí hay una lección más profunda: la Generalitat, con su equipo de agentes secretos, supercomputadoras y tecnología de vanguardia (que claramente no fue financiada por los recortes), logró organizar y ejecutar la fuga más impresionante desde que James Bond se zambulló en el Támesis. La implicación aquí es clara: Puigdemont no solo tenía el respaldo de un equipo de operaciones especiales, sino que la Generalitat se las arregló para hacerlo todo sin que el Gobierno central se diera cuenta. ¡Bravo!

En resumen, según la narrativa gubernamental, el caso Puigdemont es como un truco de magia: todos lo vimos desaparecer, pero nadie sabe realmente cómo ocurrió. Lo que queda claro es que el Gobierno, al menos, no estaba al tanto de los detalles de este espectáculo, y si alguien quiere encontrar al culpable, que mire hacia Barcelona, porque en Madrid, ni rastro de responsabilidad.

Así que ahí lo tienen, queridos lectores: el Gobierno ha hablado, y resulta que la Generalitat es la auténtica protagonista de esta historia de espionaje y escapismo. Lo que nos queda por ver es si algún día Puigdemont reaparecerá en escena, y si lo hará con la misma elegancia con la que se despidió. ¡Hasta la próxima entrega de este culebrón político que ni Netflix podría superar!

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