Rocío Monasterio, hasta ahora líder de Vox en Madrid y una de las figuras más visibles del partido, ha decidido abandonar la política de manera sorprendente. En una comparecencia sin preguntas, anunció su renuncia al escaño en la Asamblea de Madrid y cargó contra la dirección nacional del partido, acusando a Santiago Abascal de imponer “a dedo” a los nuevos dirigentes, olvidando los ideales de democracia interna que, según ella, guiaron los inicios de Vox.
El nombramiento de José Antonio Fúster como líder del aparato regional de Vox en Madrid fue la gota que colmó el vaso. Monasterio, quien durante años fue la cara visible del partido en la región, no ocultó su malestar por este giro en la organización. “El partido destacaba por la solvencia de muchos de sus miembros, y todos defendíamos la democracia interna”, afirmó con cierta nostalgia, recordando una época en la que, según ella, las decisiones no venían impuestas desde arriba.
Monasterio explicó que entiende la política como “un acto de servicio a los españoles”, pero, ante el rumbo actual del partido, ha optado por una “salida coherente”. Y es que, según sus palabras, los cambios estatutarios de Vox han permitido que se pierda la votación democrática de los líderes territoriales, concentrando todo el poder en manos de la cúpula nacional.
Lo irónico es que, solo 24 horas antes, la dirección del partido había asegurado que Monasterio seguiría siendo portavoz en la Asamblea de Madrid, mientras Fúster asumía el liderazgo orgánico. Pero Monasterio ha preferido no quedarse como una simple figura decorativa, optando por abandonar un barco en el que, según parece, ya no se siente cómoda.
Así, tras una década en el partido, Monasterio cierra su etapa política con un mensaje claro sobre su desacuerdo con las decisiones de la dirección nacional, dejando el futuro de Vox Madrid en manos de ese “dedo divino” que todo lo decide. ¿Qué será de Vox sin Monasterio? Está por verse, pero una cosa es segura: el debate sobre la democracia interna del partido acaba de empezar.