¡La imposición de la A! Eliminemos las terminaciones con otras letras

Si algo nos ha quedado claro en estos tiempos modernos es que la “A” ha sido coronada como la letra suprema, la emperatriz de la inclusión, la monarca de la justicia gramatical. Ya no basta con decir “niños”, ahora hay que decir “niños y niñas” (porque, al parecer, la palabra “niños” no incluía ya a todos en su sentido amplio). Pero esto no es suficiente. No, no, no. La equidad exige ir más allá.

Si un alcalde es un hombre, una alcaldesa es una mujer, pero no contentos con esto, resulta que “presidente” no era suficiente y ahora también tenemos “presidenta”. Porque, claro, decir que “presidente” es un cargo y no un género era demasiado simple. Sin embargo, curiosamente, los “contribuyentes” no han tenido el honor de convertirse en “contribuyentas”. Seguramente porque nadie quiere pagar impuestos de más, ni siquiera por igualdad gramatical.

Y aquí surge una gran incoherencia: si las palabras terminadas en “O” deben ser complementadas con su versión en “A”, y las terminaciones en “E” también se han forzado a mutar a “A”, ¿por qué nadie dice “presidento”? Ah, claro, porque solo se permite que cambie la “E” cuando es en una dirección específica. Es decir, hemos anulado la posibilidad del género neutro, porque lo que terminaba en “E”, que a menudo se usaba para este fin (como “estudiante” o “cantante”), ahora debe pasar a la “A”. Con lo cual, toda la lucha del lenguaje inclusivo por el género no binario ha quedado anulada por su propia inconsistencia.

Siguiendo esta lógica, es urgente reparar una injusticia histórica: la ¡Imposición de la A! Si toda palabra con “O” y “E” debe incluir su versión en “A”, entonces debemos ir aún más lejos. Basta de “estudiantes”, exigimos “estudiantas”. Adiós a “clientes”, démosle la bienvenida a las “clientas” (y, por supuesto, a los “clientos” también, porque hay que ser justos). Olvidemos a los “cantantes”, que ahora serán “cantantas”.

Pero, y aquí viene la verdadera ironía, cuando la palabra ya termina en “A”… ¡no se toca! Un “pediatra” sigue siendo “pediatra”, sin importar su género. No vaya a ser que a alguien se le ocurra decir “pediatro”. Y ni hablar de “atleta”, “poeta” o “artista”. Estas palabras, al parecer, ya eran suficientemente inclusivas por obra y gracia del destino.

Ahora bien, si queremos tomarnos esto en serio, propongo la eliminación total de cualquier terminación que no sea “A”. Nada de “amigos”, ahora será “amigas” para todos, y el “pueblo” será el “puebla”. Nos veremos obligados a abandonar “hombres y mujeres” en favor de “humanas” y diremos adiós a “médicos” y “médicas” porque todos serán “médicas” (bueno, puede sonar a otros significados, pero el lenguaje inclusivo no se detiene ante pequeños detalles).

La “A” ha llegado para quedarse, y cualquier vocal que se le oponga será erradicada sin piedad. Porque, al final, lo importante no es hablar con claridad ni respetar la evolución natural del lenguaje, sino asegurarnos de que nadie, absolutamente nadie, se sienta excluida… perdón, excluida y excluido. ¡Y excluide también, por si acaso!

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